El Brexit, el Banco de Inglaterra, la economía española y nuestro dinero.

Ago 7, 2016 por

Como ya vaticinamos en anteriores artículos  (El BREXIT, el Reino Unido y la Unión Europea, Tras el Brexit, el proceso de la Europa a dos velocidades se acelerará a medio plazo), el Banco de Inglaterra (BoE) bajó el pasado 4 de agosto un 0,25% su tipo oficial de interés hasta el 0,25%, en respuesta a la previsible debilidad de la demanda. A pesar de que el economista jefe del BoE ya había insinuado la posibilidad de relajaciones monetarias, la decisión de esta institución superó las expectativas. Así, además, del recorte, anunció:
i) Introducción de un nuevo esquema de financiación bancaria a largo plazo (TFS).
ii) Compras de hasta 10.000 millones de GBP de bonos corporativos británicos de empresas no financieras, con grado de inversión, durante 18 meses, destinadas a mejorar las condiciones de financiación, alentando en paralelo la emisión de títulos de deuda privada.
iii) Ampliación del programa de compra de activos de deuda pública del RU hasta 60.000 millones de GBP, durante los próximos seis meses, llevando el saldo total de estas compras hasta 435.000 millones de GBP
Este paquete se diseñó para contrarrestar los efectos de la incertidumbre en la demanda derivados del resultado del referéndum sobre la UE. Como era de esperar, los mercados respondieron fuertemente al plan de estímulo, cayendo la GBP frente al USD y el rendimiento del bono público a 10 años a un mínimo histórico, cercano al 0,60%.
Además, dio claros indicios acerca de sus futuras decisiones, al sugerir un nuevo recorte de tipos a finales de año, situándolos «cerca, pero un poco más arriba, de cero». Por otra parte, está dispuesto a ampliar el volumen de compras de activos, especialmente si la economía experimenta una recesión en el segundo semestre. También podría seguir actuando mediante la reducción de tipos y la ampliación de la TFS. En cualquier caso, con los tipos en mínimos históricos, es probable que la eficacia de la política monetaria sea limitada. El foco para estimular la economía se desplaza, así, a la política fiscal, siendo la Declaración de Otoño, en octubre, la ocasión para que el Ministro de Hacienda haga nuevos anuncios.
Pensamos que es probable que se aplique una cierta relajación fiscal discrecional, a través de inversión pública a largo plazo, reducción de impuestos y/o un mayor gasto, apoyado por el BoE a través de su programa de QE, manteniendo bajos los tipos de largo plazo. A pesar de todo ello, creemos que es poco probable que el Gobierno abandone la consolidación fiscal a medio y largo plazo, pero –eso sí- en un marco más flexible.
¿Qué pasará con la economía británica tras el Brexit? En palabras del BoE, la combinación de movimientos en la demanda, la oferta y el tipo de cambio deben llevar a «una trayectoria sustancialmente más baja del crecimiento y notablemente mayor de la inflación» de lo esperado en caso de que el resultado del referéndum hubiera sido el contrario. No obstante, el BoE tiene una visión optimista sobre las perspectivas de crecimiento, al no considerar que se pueda producir una recesión en el segundo semestre de 2016, sino un moderado crecimiento positivo. Esta opinión la mantiene a pesar de los fuertes descensos de los indicadores adelantados que se van conociendo, que sugieren caídas del PIB en este trimestre (0,4% en tasa trimestral).
Numéricamente, las previsiones de crecimiento del PIB del BoE apuntan a un 2,0% en 2016, 0,8% en 2017 (frente al 2,3% anterior) y 1,8% en 2018. La cifra relativamente fuerte del crecimiento de 2016 se debe al sorpresivo al alza del segundo trimestre (0,3%, superior a las propias expectativas del BoE) y a un modesto crecimiento positivo en el segundo semestre. Por contra, en ZINCAPITAL  esperamos que el RU caiga en recesión a finales de año, una vez que el artículo 50 de la UE entre en funcionamiento -hito que conducirá a elevar la incertidumbre. Por lo tanto, en ZINCAPITAL creemos que existen riesgos bajistas en las previsiones del BoE, lo que implica anuncios de nuevos estímulos a finales de año.
En cuanto a la inflación, su evolución estará condicionada por dos fuerzas contrapuestas: un impulso alcista de los precios de importación debido a la caída de la libra esterlina, y otro bajista, derivado de la capacidad excedentaria de la economía. Con todo, el BoE espera que el IPC aumente hasta el 1,9% interanual dentro de un año, frente al 0,5% en junio de 2016.
La coyuntura aquí descrita afectará a la economía de la UE negativamente, como no puede ser de otra manera, ya que hablamos de la segunda economía de la UE, tras la alemana y por delante de la francesa. En el caso español, los efectos derivados del Brexit tampoco serán positivos, ya que el 6,3% del PIB español se genera gracias al turismo internacional, y el 1,3% (14.000 millones de euros) procede concretamente del Reino Unido, de donde llegan cada año más de 15 millones de turistas (es nuestro mayor mercado). La caída de la libra y la inestabilidad generada por el Brexit pueden reducir hasta un 10% la llegada de turistas británicos, lo que restaría unas décimas al crecimiento español. A este nocivo efecto habría que añadir que los residentes británicos en España ya están viendo como disminuyen sus ingresos como consecuencia del desplome de la libra en los mercados.
Una libra débil y el RU en recesión no nos favorecerán, ya que nuestro producto se encarece significativamente. En consecuencia, los británicos serán más competitivos, lo que tampoco será positivo en el ámbito de las relaciones comerciales. La economía española podría caer otro 0,25% por la sustitución de exportaciones de bienes españoles por productos británicos (más baratos tras la caída de la libra) y por el aumento de las importaciones de productos de las islas por este motivo. Las inversiones extranjeras en España (22.000 millones de euros al año), en cambio, apenas se verán afectadas, ya que si Reino Unido reduce su inversión en la economía española un 10%, desde los 1.300 millones anuales actuales, la caída del PIB apenas sería de una centésima (0,01%).
La mala coyuntura económica inglesa, unida al importante recorte de gasto e inversión que tendrá que realizar el nuevo Gobierno español por imposición de Bruselas, hacen que nuestras expectativas sobre la economía española hayan empeorado en los últimos meses. Como siempre decimos, habrá que esperar a ver lo que sucede, pero en esta ocasión no somos excesivamente optimistas.